lunes, 2 de agosto de 2010

007 MAMÍFERO INCOMPLETO.

MAMÍFERO INCOMPLETO.
Identidad y género: lugares para mirar el mundo.

Lo sabemos de entrada: los textos largos aburren: el chat electrónico, el e-mail, los trescientos amigos en facebook, los doscientos contactos en el messanger, nos obligan hoy a decir las cosas brevemente: carita feliz,L todobien, sip, q oso, chao… este texto, contraviniendo las buenas maneras de la era electrónica, nos salió no sólo larguísimo sino también culebrero. ¡Qué oso! :-( :-( :-( :-( Pedimos sinceras disculpas. Intentaremos evidenciar nuestras razones, aunque eludimos, por pudor, la esencial: pertenecemos a aquella generación antediluviana que nació y creció MUCHO antes del chat y el e-mail. Somos herederos (¡qué pereza!) de la cultura del libro. Sabrán disculparnos L!!

Pero ¡podemos darles una voz de alientoJ! afortunadamente el pensamiento visual puede hablar por sí sólo, y las exposiciones pueden ser vistas y disfrutadas sin leer los paneles explicativos ni los ladrillos curatoriales de sesuda “presentación”. Más aún: ¡no leer este texto tal vez ayudaría a gozar mejor y más libremente de la muestra!! Así que: ¡relájate y esquívalo!


I- pensar el género, pensar desde el género.
Esta exposición gira alrededor de un rasgo definitorio, no sólo de género, sino también de la familia biológica a la cual pertenecemos como mamíferos: las glándulas mamarias, senos, tetas, pechos, pochecas, teteros, melones… y ya aquí la sorprendente variedad de términos que designan a estos órganos indica claramente la multiplicidad de representaciones a que están sujetos y, por lo tanto, la complejidad de los mitos, fantasías y mistificaciones a que su construcción está propensa en nuestros imaginarios individuales y colectivos.

Cosa curiosa: a pesar de constituir un rasgo sexual “secundario”, es imposible hablar de estas glándulas sin encontrarnos sumergidos de lleno en cuestiones de género, y por lo tanto de identidad. Mal podría entonces la reflexión que sigue a continuación escapar a esta lógica de encadenamientos: los senos nos han transportado desde siempre a múltiples vertientes y tipos de imaginarios, y entre ellos los temas de género e identidad son totalmente ineludibles.
No obstante, mucho se ha hablado y escrito sobre estas dos instancias en las últimas décadas ¿qué podríamos decir allí de nuevo? Nada, supongo, o mejor dicho, nada más ni mejor de lo que las obras que componen la exposición dicen ya por sí solas, en su riqueza conceptual y formal. Sin embargo, como responsable que somos de haberlas puesto a dialogar entre ellas; de entregarlas y presentarlas al público como un corpus unitario que compondría una exhibición, podemos sí (y debemos) dar cuenta del camino recorrido para llegar a esta “unidad” que, más allá de las obras individuales, tejería un hilo conductor subyacente: el universo propuesto por la muestra como totalidad. Sin embargo, dada la mencionada riqueza de imaginarios a los que inmediatamente nos lleva este par de glándulas, el camino sólo puede ser culebrero, es decir, lleno de curvas y recovecos peligrosos. Vamos a intentar recorrerlos, y de sobrevivir en el intento.

Y “culebrero” quiere decir aquí que, detrás de la obvia unidad temática de las obras agrupadas aquí, la premisa era rebasar el simple eje “tema igual senos” para aludir a varios otros aspectos: los senos como lugar de fantasmagorías, los senos más allá de las fantasmagorías y las mistificaciones, pero también los senos como lugar para pensar lo femenino y, sobre todo, para generar un pensamiento desde lo femenino, y para pensar lo femenino desde otras márgenes. Este fue el lugar a partir del cual nació la muestra, y el hilo conductor que se tendió para reunir a las obras que la componen. Por consiguiente es también el lugar que queremos abordar en este texto: pensar el género, pensar desde el género.


II- CONOCIMIENTOS LOCALIZADOS VERSUS CONOCIMIENTOS “UNIVERSALES”

"La Naturaleza es demasiado rica para describirse en un solo lenguaje"
Ilya Prigogine

Pero esta idea de “pensar desde el género” plantea ya un espinoso interrogante: ¿acaso el verbo pensar tiene género? ¿no es evidente que tiene una sola conjugación, no dos, tres, o cuatro, una diferente para cada opción, variación u orientación de género? Pero aún si, dado el caso, aceptáramos que sí, que efectivamente lo tiene ¿no podríamos decir entonces que el pensamiento tiene también color (raza) y, después, que tiene también nacionalidad, clase, lengua, edad, etc.? Y ¿no es eso resquebrajar la propia universalidad del pensamiento, su integralidad como condición sine qua nom, su existencia como fenómeno que garantiza la unidad de lo humano? ¿La filosofía, la ciencia, no nacen y se desarrollan, precisamente al definirse tanto unas condiciones universales de verdad, unas reglas inherentes tanto al propio discurso (lógica metodología, etc.) como también a los propios mecanismos de validación que garantizan su examen y aceptación por parte de una comunidad científica, unas instituciones académicas, etc. etc.? ¿No son todos esos filtros indispensables los que garantizan que el conocimiento pueda constituirse en válido y verdadero, precisamente más allá de raza, credo, lugar, y también más allá del género?
Si podemos hablar de una especie biológica, ¿no se debe ello al hecho de que, más allá del color, la nacionalidad o las creencias religiosas, tenemos una estructura ósea, genética, orgánica, comunes que dan fe de nuestra unidad? ¿No podríamos asegurar también que esta universalidad del conocimiento es, del mismo modo, la columna vertebral que garantiza tanto la posibilidad epistemológica de las ciencias, como de ese algo más profundo que podríamos denominar aquí (para no extender más aún esta reflexión) lo humano?

Pero es precisamente eso es lo que está en juego: ¿cuáles son las condiciones bajo las cuales esa “universalidad” es, a su vez, pensada y garantizada como tal? Heredamos de la ilustración un tipo de pensamiento que nos permitió creer en un modelo lineal, unitario, predecible y continuo de la realidad, uno que creyó en la posibilidad de un conocimiento perennemente acrecentado: la ciencia nos develaría gradualmente, a medida que “progresáramos”, los secretos del universo, generando un progreso continuo, un afinamiento cada vez mayor de nuestras herramientas y, por ende, de nuestro dominio del universo. Pero esta universalidad del conocimiento, esta garantía de UN conocimiento que, de manera uniforme, global, unitaria, unidireccional, avanzara hacia adelante parecería sometida hoy a todo tipo de críticas, deconstrucciones y escrutinios desde los más múltiples frentes. Revisemos rápidamente algunos de ellos:

1- Desde la propia ciencia: Allí donde la física newtoniana, la geometría euclidiana y la matemática Laplaciana establecieran modelos lineales y deterministas la física contemporánea se mueve en el terreno abierto de la indeterminación inherente a los sistemas abiertos, complejos y múltiples. El principio de incertidumbre de Heisenberg para la físico-mecánica cuántica (por contraposición a la certidumbre de la físico-mecánica newtoniana), las teorías del caos y los sistemas complejos, las geometrías fractales de Mandelbrot y las topologías y espacios riemanianos, (concepción no euclidiana del espacio y la geometría desarrollada por G. Riemann), apuntan todos a la multiplicidad, la abertura, la no linealidad y la indeterminación en el gran sistema complejo que es por definición el universo. Allí donde la predictibilidad, la unidad y la certeza eran la regla, la indeterminación, la multiplicidad y la incertidumbre parecen hoy reinantes.

2- Desde la Filosofía: Parece paradójico: si los filósofos o pensadores generalmente llamados post-modernos ignoraron, o rehusaron la etiqueta, ello no se debe a que no exista una cierta afinidad entre ellos, sino precisamente al hecho de que el pensamiento agrupado bajo esta etiqueta fue y es, por esencia y definición, múltiple y polifónico. Pero si tuviéramos que designar un elemento común, señalar su rasgo de afinidad, sería esta puesta en cuestión de los sistemas cerrados de significación lo que constituiría su común denominador: Antes de existir un significado del mundo, un orden del universo, hay unos regímenes discursivos, unos marcos epistemológicos unas mentalidades, que, desde cada época, cada mutación cultural, construyen ese orden que asigna y erige sus sistemas de equivalencias y verdades. Y el que heredamos de la ilustración, del positivismo, de la modernidad, no es una excepción. La universalidad del conocimiento fue una de sus pretensiones o rasgos, pero ella, al igual que todo el edificio que construyera, fue también el producto específico de un momento cultural e histórico.
No existe un conocimiento “objetivo” de la realidad: el objeto es una proyección y una construcción del sujeto, pero la categoría misma de sujeto está problematizada y puesta entre signos de interrogación. Las taxonomías son otra forma de hacer poesía: dicen más de este sujeto que creyendo “conocer” clasifica, separa y discrimina, pero, en realidad proyecta también sus propias estructuras de pensamiento, sus propios fantasmas culturales sobre los objetos sobre los que cree irradiar conocimiento. El mundo es por esencia múltiple y ha sido visto, clasificado y reelaborado desde múltiples regímenes discursivos

3- Desde las prácticas disciplinares: Todo ello parecería confluir en un simple “todo es relativo”, “todo vale”, “tú tienes tu sistema de verdad y yo el mío”, etc. Pero la cosa no se resuelve así de fácil, porque no es eso tampoco lo que se pretende. La idea central es la de no olvidar que las ciencias, el pensamiento, no pueden dejar de reflexionar constantemente sobre sus propios basamentos epistemológicos, y que el propio pensamiento no es transparente, ni opera en el vacío, sino que lo hace en el contexto de una serie de condiciones, dentro de unos sistemas y unas estructuras que no son neutras, sino que están, al contrario, impregnadas e inseridas en sistemas y “medioambientes” de todo tipo: lingüísticos para empezar, pero también económicos, políticos, institucionales, sociales, y que se da siempre en el marco ineludible de unas prácticas y tradiciones discursivas. Por lo tanto, es imperativo revisar también estos condicionamientos de la propia máquina de producción de verdad, como condición previa a la declaración de su “universalidad”. Campos como los Estudios Culturales han desarrollado estas premisas para constituir acercamientos multi y trans disciplinares que revisan la propia naturaleza de estos sistemas de producción de objetos de conocimiento que son las propias divisiones disciplinares entre las ciencias. Antes de existir un objeto de conocimiento (“el Tercer Mundo”, “el Mundo Árabe” “Occidente”, “el proletariado”, “Oriente”, etc.) existen también las condiciones discursivas que lo han constituido y erigido en cuanto tal. El pensamiento está siempre localizado, no sólo en términos de geografía (la geopolítica es aquí ineludible, como reparto entre áreas geográficas “productoras de conocimiento” y áreas dependientes, subalternas) sino también en el contexto de los sistemas y estructuras de poder desde donde se habla y se construye un “objeto” de conocimiento.


Y bueno (nos van a disculpar), hicimos toooooodo ese largo rodeo para decir dos cosas muy simples: Primero, que sí han existido unos lugares desde donde el discurso de “lo femenino”, “la mujer”, “la feminidad” han sido construidos. Y en esos lugares (en una historia de la cultura que la había excluido de la educación) la mujer no ha sido sujeto de su propia identidad ni de los discursos que la construyen simbólicamente. Por el contrario, ella ha sido un objeto de saber producido al interior de un sistema no sólo casi exclusivamente masculino, sino también vertical y dominante.

Segundo, que en la medida en que la mujer ha ganado acceso a la educación, la participación política, económica, social, profesional, etc. el futuro cercano va a evidenciar cada vez más una certidumbre que se revela hoy ante nuestros ojos: que sí existen unas formas “femeninas” de sentir y conocer y que éstas no tienen nada que ver con los clichés de la feminidad construidos desde las simplificaciones, lugares comunes y distorsiones erigidos por el pensamiento masculino. La sensibilidad femenina que vemos aflorar hoy por doquier en las artes visuales, en el cine, en la literatura, irá evidenciando cada vez más unas formas propias de ver y construir el mundo. Pero se trata ahora de una “feminidad” construida desde la propia mujer, que está afectando y afectará de manera profunda la manera como los hombres construimos no sólo la imagen de ellas, sino también la imagen de nosotros mismos.


III- LO FEMENINO DESDE LA MUJER.
Fue todo ello lo que se hizo evidente en el camino recorrido para llegar a esta muestra. Hablar de los senos en un contexto y desde un discurso masculino no tiene nada que ver con la evidencia que nos presentan las obras que componen esta exposición: los senos vistos desde lo femenino, se revelan como otra instancia, como identidad, como espejo, como relación con su propio cuerpo, es decir, como pregunta de dimensiones casi existenciales. Ellos no son allí la exterioridad de ese rasgo sexual, aparentemente secundario pero en realidad primario, que tiene para nosotros, los machos de la especie. Dada su relevancia visual, dadas las fantasmagorías que les han sido adscritas, como objeto sexuales agigantados (literalmente y en el sentido figurado) por los medios, por la publicidad, etc. ellos adquirieren un lugar realmente fuera de lugar, valga la redundancia: desproporcionado y deformado.
Y la deformación aquí no es simplemente una metáfora, es literal: la prueba es esa cultura del agigantamiento casi explosivo de algunos senos monstruosamente deformados por las operaciones de mamoplastia, implantados a las mujeres en nombre de “la belleza” y del “atractivo”. Una cultura masculina del deseo y de la fantasmagoría de ese rasgo sexual visible y evidente ha sido quizás transferida a la mujer, interiorizando en ella, inoculándole, una idea distorsionada de la belleza: “sin tetas no hay paraíso”, como reza la conocida novela (y pronto telenovela) colombiana.

Pero esa transferencia puede ocurrir también en el otro sentido: si una cultura machista, afectada por los fantasmas de nuestra cultura visual, le vende a las mujeres una idea distorsionada de lo que “deben ser” unos senos “atractivos” también una cultura de lo femenino, puede enseñarnos a percibir los senos, la mujer, desde otras márgenes. La prueba contundente lo constituye, en el contexto de esta muestra, la obra presentada por el único hombre participante: “Las Tres Noemas”, de Milton Afanador: tres generaciones, abuela, hija y nieta, retratadas de torso desnudo luego de la operación de extirpación de seno que sufriera la más adulta de las tres Nohemí. Tres generaciones juntas, tres mujeres reales en la evidencia de su feminidad, tres mujeres reunidas, presentes, tomando conciencia y haciéndonos conscientes de una de las amenazas más frecuentes a que está expuesta hoy la salud y al vida de las mujeres, de las mujeres reales que pueblan nuestro entorno, familiar, afectivo, profesional.

Me gustaría expandirme y realizar aunque fuese un corto texto de aproximación a cada una de las obras que componen la muestra, pero si en la sola “introducción general” consumí ya varias páginas de tinta y papel, no quiero seguir siendo anti ecológico. Creo además que varios de los ejes sobre los que se movió el texto anterior arrojan ya múltiples luces e introspecciones transversales sobre cada una de las obras participantes. Pero, además, no quisiera cerrar esta aproximación a la muestra sin compartir el texto (“Mamífero Incompleto”) escrito a partir de la obra que le dio origen a esta muestra. Él fue compuesto ante todo en clave de broma, de diálogo sarcástico con uno de esos síntomas evidentes de la cultura masculina que predominó, y en buena parte predomina, en la producción de conocimiento sobre la mujer: el complejo de castración de cuño freudiano nos muestra una mujer que sufriría, supuestamente, de un complejo de “incompletud”. Su drama sería el de no ser hombre. Como respuesta a este tipo de análisis, y a la obra de Yara Ferreira Clüver, escribí el año pasado este texto con el cual deseo y (¡finalmente!) cerrar este ya muy extenso texto.

Adolfo Cifuentes, Bogotá, Colombia, Marzo de 2010.


MAMÍFERO INCOMPLETO
la revelación llegó a mi mientras miraba el libro de artista The Boob Book (El libro de las Tetas) de la artista fotógrafa Yara Ferreira Cluver: los especímenes de género masculino de todas las especies de mamíferos están desprovistos del rasgo distintivo que nos define biológicamente: las glándulas mamarias ¡Quedamos fuera, fuimos ignorados a la hora de definir el elemento de base que conformaría la categoría! ¡Quedé tan devastado por esa revelación que durante varias noches no pude dormir! Una mezcla compleja de reflexiones, compuesta por el tejido de varias redes de teorías se entremezclaba en mi sentimiento de aprehensión. Freud, claro está, primero que todo, y su famoso “Complejo de Castración”: ¿no eran las mujeres las que debían sufrir de una especie de “complejo de incompletud”, por no tener sus órganos reproductores visibles y externos, colgando, fuera de sus cuerpos, en la parte inferior de sus torsos??
Pero si este “complejo de incompletud” constituyera en realidad la raíz de todo un rasgo definitorio de género, nuestro “problema”, nuestra “castración” sería incomparablemente mayor, ya que estaríamos desprovistos del rasgo de identidad que nos ubica en el orden mismo de lo viviente. Ser un mamífero sin glándulas mamarias constituiría una contraposición de términos del tipo “ser bajito pero alto”, o “flaco pero gordo”. Pero no fue solamente ese contrasentido taxonómico y lógico lo que me incomodaba: era también la evidencia de unos pezones en el medio de mi pecho que ahora se revelaban como totalmente inútiles: los machos de la especie humana, parte de esa gran familia de los mamíferos, además de estar desprovistos de glándulas mamarias, tenemos unos pezones que constituirían tal vez los remanentes, las huellas de unas glándulas que algunas vez tuviéramos y que nos hubieran sido quitadas… ¿se trataría tal vez de algún castigo, algo así como el de la expulsión de algún primigenio paraíso?
O se trata quizás de alguna parodia, o de un mal chiste: ¿en la evidencia de estos dos pezones inútiles no se resaltaría aún más nuestro desamparo y nuestro cercenamiento de es glándula primordial? Pero otras dudas biológicas también me asaltaban: ¿somos los machos de la especie humana los únicos que sufrimos la presencia de esta falsa promesa, de unas glándulas mamarias inexistentes? ¿Fueron los machos de otras especies de mamíferos también víctimas de esta incongruencia?? Y ¿cómo voy a hacer yo, habitante de ciudad, no-biólogo ni naturalista para realizar esta búsqueda? ¿mirar con más atención los especiales de Animal Planet? ¿frecuentar incansablemente circos y zoológicos para comprobar si los machos tigres, leones, elefantes o rinocerontes los tienen, o están desprovistos de ellos? Tal vez esa pequeña tarea de investigación logre ayudarme a disipar algunas de las confusiones que me atormentan en la triste evidencia de nuestra incompletud!

Pero hay otras incertidumbres aún mayor que me quitan el sueño: estaría yo, como el gran Dr. Freud encontrando la raíz perdida de algún profundo y viejo atavismo, ya no sólo perteneciente al orden de la psicología sino, aún más profundamente, al de nuestra más profunda condición biológica? ¡Constituiría un descubrimiento aún más revelador y crucial que el de Darwin! Un auténtico revuelco epistemológico, perteneciente a la profunda condición de toda una categoría biológica!!! No se escondería en ese trágico “complejo del mamífero incompleto”, que acabo YO de descubrir, el secreto del profundo instinto de violencia que aqueja a los machos de la mayoría de especies pertenecientes a este orden mamífero? ¿No revelaría MÍ “complejo de incompletud” una auténtica clave, un eje trascendental de análisis, un común denominador para estudiar el comportamiento de un enorme, importantísimo y prestigioso grupo biológico??!! ¡La sola posibilidad de ser el protagonista de un revolcón epistemológico de tan grandes proporciones es ya una razón poderosa para quitarle el sueño a cualquiera!

Adolfo Cifuentes, Bloomington, Indiana, USA, Noviembre de 2009.

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